Una ayuda para sus padres que le permitió conciliar su vida personal y profesional
“Pensé que vale la pena intentar las cosas, porque hay gente que te escucha”. Emilia Herranz, médico general colegiada en Guadalajara, necesitaba una ayuda de la Fundación para la Protección Social de la OMC para la residencia de sus padres, por lo que decidió escribir una carta al Patronato de la Fundación y explicarles su situación.
“He trabajado durante 15 años en Médicos sin Fronteras, lo que me llevó a interrumpir, bajo la recomendación del propio Colegio y durante el tiempo que no estuve en España, el pago de mi colegiación”. En este tiempo, Emilia participó en numerosos proyectos en América Latina y África, en ocasiones durante periodos extensos y, en otras, más breves e intensos (en momentos de emergencia), y llegó a ser presidenta de la organización en España y miembro de su Consejo Internacional. “Recuerdo con especial cariño mi estancia en Cuba, porque pude ir con toda mi familia. Aunque sí había hecho algún viaje embarazada, éste fue el único destino que nos permitió llevarnos a nuestras hijas y estar los cuatro juntos. Estuvimos casi tres años en Santiago de Cuba, durante los que trabajé en un programa de enfermedades de transmisión sexual, además de prestar apoyo en emergencias puntuales”.
Finalizada esta etapa, Emilia regresó a Guadalajara y retomó la colegiación que había suspendido al marcharse, sin saber que ésta incluía la colaboración con la Fundación. “No sabía que se podía pagar esta aportación de forma independiente a la colegiación. A mí siempre me pareció muy bien la idea de colaborar con la Fundación y participar de esa solidaridad entre compañeros. De hecho, más adelante nos informaron en el boletín de que podíamos suprimir la parte del patronato del pago de la colegiación, pero yo no quise hacerlo”.
No fue hasta ocho años después cuando necesitó por primera vez la ayuda de la Fundación, cuando su padre comenzó a requerir cuidados médicos constantes tras serle detectado un tumor. La asistente social de la Residencia Siglo XXI, en la que le ingresaron durante quince días tras una primera intervención, le recordó la prestación que podía solicitar por ser médico. “Conocía la Fundación a través del boletín del Colegio de Médicos, pero siempre había pensado que las ayudas que daban eran exclusivamente para huérfanos de médicos. Un par de años antes de necesitarlo me enteré de la existencia de la aportación para la residencia, pero jamás pensé que me haría falta. Nunca piensas que te pueda pasar nada, parece que los padres van a durar siempre”.
Emilia había contribuido con su aportación solidaria a la Fundación durante 15 años. Como médico cooperante, estuvo varios años en el extranjero con Médicos sin Fronteras. Tras su vuelta y reincorporación a la actividad profesional en España, se encontró con la necesidad de atender a sus padres mayores, responsabilidad que asumió pero que le presentaba importantes dificultades para conciliarla con su vida personal y laboral. Consciente de su situación, se dirigió a la Fundación a través de su Colegio de Médicos informando de su caso y solicitó para sus padres la ayuda para el ingreso en Residencia de Mayores.
“La Fundación me concedió la ayuda para poder llevar a mis padres a la Residencia Siglo XXI de Guadalajara, residencia en la que han estado los dos muy bien cuidados y atendidos en todas las necesidades que su situación de dependencia requería. Tras fallecer mi padre, mi madre ha decidido quedarse, por lo que la ayuda que ahora recibo es para ella”.
Como ella misma señala, sin la Fundación las cosas podrían haber sido distintas, “quizás mi madre no hubiera podido estar tanto tiempo. Habría sido una pena, porque ella está muy bien y muy contenta allí, tienen muchas actividades, se ocupan de ella y tiene muy buena relación con el personal que la atiende. El trato humano de esta residencia es excelente”.
Emilia define la Fundación con la palabra “solidaridad” y subraya los beneficios de su labor. “Me parece muy importante, sobre todo, la parte de ayuda a los huérfanos de médicos, por el hecho de estar segura de que al tener una pérdida tus hijos van a poder seguir recibiendo una educación. Por eso me parece fundamental que se siga haciendo. También considero que la asistencia para las residencias, muy significativa, es una labor social muy interesante”.
Agradecida por el apoyo recibido, recuerda la felicidad que sintió al conocer que le darían la ayuda, partiendo de la razón última de ser de la Fundación: apoyar y ayudar a los médicos para que puedan desarrollar su profesión. “Me alegré mucho de que me dijeran que sí y no sólo por la ayuda económica, sino por el hecho de que fueran sensibles a las explicaciones y circunstancias de un compañero, eso fue lo que más me gustó”.