Fátima Frutos: “Sin esa faceta humanista y delicada con el ser humano, como lo era el Dr. Albert Jovell, ejemplo para tantos, la profesión médica quedaría desangelada”
“La Selva bajo mi piel”, de la escritora Fátima Frutos, es el título de la obra ganadora del Premio de Novela Albert Jovell en su séptima edición, un galardón que concede y convoca cada año la Fundación para la Protección Social de la Organización Médica Colegial (FPSOMC) y que publica la editorial Almuzara. En esta entrevista, para Médicos y Pacientes, la autora agradece este reconocimiento: “Habéis premiado a una escritora, pero también a una paciente. Habrá un antes y un después en mi carrera tras este premio”
Madrid medicosypacientes.com/ Sara Guardón
El acto de entrega del VII Premio de Novela Albert Jovell de la Fundación para la Protección Social de la Organización Médica Colegial (FPSOMC) tendrá lugar próximamente.
En primer lugar, enhorabuena por resultar ganadora del Premio de Novela Albert Jovell de la FPSOMC. ¿Qué siente al haber sido reconocida en la séptima edición de este galardón? Un premio impulsado por la profesión médica.
Me siento enormemente orgullosa. Estoy muy cercana a la profesión médica. No en vano mi hijo es hijo de médico y tengo grandes amigos y amigas dentro de la profesión médica. Además, soy paciente del servicio de cardiología desde pequeña.
Tal y como se ha señalado desde Almuzara, este galardón es uno de los más prestigiosos en habla hispana y eso, indudablemente, es un revulsivo fantástico para mi carrera literaria.
La novela narra la historia de Libertad Arregui, una joven reportera enviada a El Salvador a finales de los ochenta. Usted vivió de primera mano los sucesos que se narran. ¿Qué aspectos de realidad aparecen en la obra?
Muchos. Todo lo que se cuenta sobre los campos de refugiados, donde aparece la figura del médico cooperante, las masacres, las exhumaciones, los desastres naturales… es completamente cierto y está basado en documentación rigurosamente contrastada. Existen también, como es lógico, personajes y situaciones que proceden de mi imaginación. De hecho, la dificultad ha radicado en ir compatibilizando la parte de realidad con la parte de ficción y que todo ello vaya bien descrito literariamente.
Una dilatada carrera literaria con varias obras, poesías que han llegado incluso a Centroeuropa y América, numerosos premios la sitúan como una autora de referencia. ¿De qué manera este premio le ayudará en su carrera de escritora?
Esta es mi primera novela. Empecé como escritora en el ensayo, una faceta que se desconoce de mí, por cierto. Luego me centré en la poesía, porque soy una enamorada del Romanticismo alemán y de la Generación del 27 española, también de la poesía centroamericana desde Rubén Darío… Tenía varios relatos escritos, pero el paso a escribir una novela lo di precisamente tras salir de una operación de corazón.
¿Qué le llevó a tratar en su novela esa guerra olvidada de Centroamérica?
De pequeña me eduqué con las Hijas de la Caridad en San Sebastián. Crecí oyendo hablar de Ellacuría y los jesuitas de El Salvador. Cuando fui adulta conocí a uno de esos jesuitas en un curso de la Universidad Complutense. Me propuso acudir como profesora a la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, conocida como UCA El Salvador, donde habían sido masacrados los jesuitas por parte de un batallón del ejército, no me lo pensé y me marché allí, dejando todo atrás. Yo ya era una enamorada de Centroamérica a través de la Literatura de Rubén Darío.
¿Puede encontrar el lector alguna referencia a la Medicina en sus páginas? Para usted, personalmente, ¿qué representa la figura del médico?
Sí. En la novela hay varios médicos. Está la figura del médico cooperante en países de conflicto bélico. Por desgracia, ahora muy de actualidad por lo que está pasando en Ucrania. También hay un personaje secundario que es oftalmólogo y que comparte vicisitudes con la protagonista, Libertad Arregui.
Como hemos podido ver en esta pandemia, el colectivo médico y de enfermería son profesionales fundamentales en nuestra sociedad. No solo por la investigación médico-científica, sino también por los tratamientos, donde aplican su saber y conocimiento, y por el lado humanista de las médicas y médicos. Sin esa faceta humanista, respetuosa y delicada con el ser humano, como lo era el Doctor Albert Jovell, ejemplo para tantos, la profesión médica quedaría desangelada. Un buen médico, una buena médica cultiva su cabeza, pero también su corazón, y ahí la Literatura tiene mucho que aportar. De hecho, si esta novela gusta a enfermeros y médicas, a todo el colectivo sanitario, yo seré inmensamente feliz.
¿Qué vínculo considera que existe entre los valores de la Medicina y los valores humanísticos de la literatura?
Los vínculos son muy claros. Tanto la Medicina como la Literatura saben del alma humana. Tal y como expresó en su día Albert Jovell, parafraseándole, curar al ser humano es curar su alma. Con ello nos hablaba de la medicina integral, la medicina que tiene en cuenta todos los factores que rodean a la persona. Tengan en cuenta que en algunos países se recetan libros a los/as pacientes. ¿Por qué? Porque la Literatura procura bienestar y nos da conocimiento del mundo y eso también es Medicina. ¿Quién no se ha sentido mejor leyendo a José Luis Sampedro a Ida Vitale a los hermanos Machado? La Medicina humanística tiene un engarce con la Literatura indeleble desde Grecia hasta nuestros días. En las habitaciones de los hospitales debería haber más libros y menos televisión, las altas se producirían antes.
En el caso de los lectores potenciales de este trabajo, ¿de qué manera les convencería para iniciar su lectura?
Es una novela para todos los públicos. Creo que puede gustar tanto a gente joven como a veteranos/as. Es una novela que habla del coraje, de la valentía, del resurgir, del no dejarse vencer, de la benevolencia ante los errores, de la maestría en el cultivo del conocimiento y de la aproximación a los entresijos del alma humana. Es una novela de aventuras, pero también íntima. Es una novela vital, en el que sentido de que habla de la propia vida y de la lucha por conservarla. También es un homenaje a las pioneras del reporterismo de guerra.
¿En qué momento de su vida decidió ser escritora? ¿Qué le impulsó a ello?
Un día vi una postal enviada por mi abuelo desde Biarritz, desde el exilio. Él era un aficionado a la poesía, aragonés, republicano y quise saber qué era eso de escribir versos. Mis primeros versos fueron con 14 años, dedicados a San Sebastián, mi ciudad. Luego me enamoré de Alberti, de Machado, de Darío, de Mistral, de Delibes. Mis autores favoritos son Antonio Colinas y Delibes. También he tenido muchas maestras Rossetti, Delmira Agustini, Gioconda Belli, María Luisa Elío, María Teresa León…etc.
¿Cuáles son sus planes de futuro en el ámbito literario? ¿Se puede contar algo sobre su próxima obra?
Estoy escribiendo una obra de teatro sobre el mundo de las mujeres en los barrios obreros empobrecidos. También tengo planeada una novela sobre el mundo infantil. En fin, proyectos no me faltan. Gracias a FPSOMC y a Almuzara ahora soy una autora a la que se le conoce cada vez más y que soy reclamada también para participar en ponencias, conferencias…etc. Ustedes han premiado a una escritora, pero también a una paciente. Yo les estoy inmensamente agradecida. Habrá un antes y un después en mi carrera tras este premio.
¿Conoce las líneas de trabajo que lleva a cabo la FPSOMC para ayudar a los médicos y sus familias en situaciones difíciles? ¿Cuál es su opinión sobre esta labor?
Sí. Mi hijo es hijo de médico y sabemos en casa cuáles son las prestaciones más demandadas por parte de las familias del colectivo médico que están en dificultades, bien sea por razones económicas o bien sea por temas sociosanitarios. Según mi modesta opinión, el colectivo que merece una especial atención es el de los/as huérfanos/as de médico o médica. Lo sé porque yo he sido huérfana y el desamparo es muy difícil de llevar. Todo lo que sea apoyar en los estudios a los/as menores me parece loable y necesario.
Quisiera también señalar que los/as profesionales de la Medicina que, lamentablemente, han recaído enfermos/as por culpa del Covid-19, más todos los difuntos debido a este mismo virus, que fallecieron al pie del cañón, atendiendo a las personas enfermas, merecen un reconocimiento a nivel nacional. Y desde estas líneas, solicito un memorial, estatua, calle, dedicados a los/as profesionales médicos fallecidos en el ejercicio de su profesión durante la pandemia, así como el apoyo a sus huérfanos/as.